Para muchos maquilladores, el secreto de un maquillaje excelente se basa en la buena aplicación y combinación de los correctores.
Cuando se los utiliza, el profesional está usando un material que permite mejorar muchísimo los rasgos de la cara, resaltando lo bueno y tratando de que lo "no tan bueno" se destaque. Por eso, el primer paso es analizar con detenimiento el rostro a maquillar y ver cada uno de sus detalles.
Los correctores claros aumentan o elevan los perfiles. Por el contrario, los correctores oscuros los "bajan" o hunden. Esto se basa en el juego de claros y oscuros, de la misma manera en que lo realiza un pintor. Las luces y las sombras son las que determinan los distintos volúmenes.
Ya sabemos que para "ocultar" una nariz prominente, un corrector más oscuro que el resto del tono de la cara, ayudará para disminuirla un poco. Igualmente, ocurre con mentones que se quieren "acortar" o frentes que sobresalen más de lo deseado.
A las ojeras siempre se les aplica un corrector un poco más claro que el resto de la tonalidad de la piel de la cara, pero no hay que abusar en esto ante el deseo de ocultarlas. Un exceso de corrector puede dejar al descubierto arrugas que antes no aparecían. Incluso, si el color es demasiado claro, su efecto será totalmente opuesto: evidenciará que ahí hay ojeras que se quieren tapar.
Saber usar los correctores claros y los oscuros son la base -y el inicio- de un buen maquillaje. A partir de allí, una vez aplicados, viene todo lo demás.
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